La nueva cinta de Ari Aster nos muestra un viaje a la locura protagonizado por una joven que tiene una enfermedad mental, y que la posiciona como el blanco principal del horror moderno.
Midsommar de Ari Aster, director de Hereditary (2018), no es la primera película en que lleva a una persona con trastorno mental mediante un viaje hacia la locura o a la violencia, al punto de rozar los puntos más oscuros de la naturaleza humana. Y es que pareciera que es sencillo decir que una persona con una enfermedad mental puede ser más propensa a realizar delitos y atentar contra la integridad contra otras personas sobretodo en un género como el suspenso, terror y drama.
En este caso, lo vemos con la historia de Dani, encarnada de forma magistral por la actriz Florence Pugh, una estudiante universitaria que tiene problemas de angustia y ansiedad. Después de quedar traumatizada por perder a su familia Dani busca apoyo en su novio Christian, y descubre que él y sus amigos fueron invitados a pasar un verano en Suecia. Christian a regañadientes invita a Dani y juntos van a un pueblo de Suecia donde se realizan rituales paganos bastante violentos.
En medio de jornadas soleadas, prados, flores, y alucinógenos, la incomodidad está presente gracias a las pistas que deja Aster con el guión, además de la música compuesta por el británico Bobby Krlic que sólo genera angustia y anuncia que en ese pueblo tan pacífico también puede haber algo perverso. Es en este lugar donde Dani se encuentra con lo escandalosas que son las costumbres que tiene esta secta frente a sus percepciones sobre la vida, la muerte, la reproducción, entre otros. La película refleja esto mediante un choque cultural de descubrimiento de mundo y deja en claro que lo terrorífico está en la propia humanidad, en sus pensamientos, creencias y acciones.
Dani se horroriza, pero al final se siente comprendida por una sociedad que la acepta a diferencia de su novio y amigos. En la secta, la contienen y hacen catarsis con ella, mientras el resto de los personajes corren el riesgo de morir como en cualquier slasher. Es así como Dani decide abrazar esta nueva familia, y la película se encarga de señalar que una persona con trastorno mental, vista por la sociedad como alguien vulnerable, influenciable, o un problema andante, tiene más posibilidades de dañar a otros si se le introduce en un escenario complejo o le llevan a situaciones extremas.
Midsommar es una buena película. No asusta, pero horroriza con lo que plantea. Pues al igual que en Joker (2019) de Todd Philipps, nuevamente el cine nos muestra como una persona con una enfermedad psiquiátrica y tratable encuentra su lugar en el mundo al llegar al caos, la violencia y la ejecución de crímenes en vez de sanar de forma adecuada.